jueves, 26 de febrero de 2009

Espíritu libre, pensamiento libre.

Sólo unos pocos sabremos que el mundo terminó por pudrirse el día en el que las personas estuvieron absolutamente concienciadas de lo que estaba bien y de lo que estaba mal. En ese momento se flagelaron, y dudaron de su felicidad, acabando con todo lo bueno que se había logrado, precisamente, en busca de ese conocimiento superior.
En esos tiempos, en los que el presente era perfecto, sólo quedaban los errores del pasado, que nunca se podrían borrar. La humanidad entera se perdía en debates multitudinarios -de carácter público- donde únicamente se discutían los “por qués”. Nadie entendía como el hombre podía haber llegado a cometer en otros tiempos errores y atrocidades tan grandes como las que la historia relataba. Pero así era, una verdad ineludible que condenaba a la gente al eterno malestar de la responsabilidad moral.
La gente se cruzaba por las calles y hablaba, aunque no se conocieran con anterioridad. No había prejuicios sobre nadie, pero a pesar de ello, se había llegado a un punto donde las charlas trataban únicamente de tiempos anteriores o del presente. El anclaje era tal que la diversidad de opiniones acerca de las decisiones futuras no existía, porque realmente, no existía el pensamiento futuro.
La humanidad parecía estar completamente concienciada de lo bien hechas que estaban las cosas, y a nadie se le borraba la sonrisa de la cara. En apariencia, todo el mundo era feliz, e incluso, como los cristianos hubieran deseado que con anterioridad sucediera, existía un importante y masivo sentimiento fraternal.Sólo existía un país, y la religión había sucumbido bajo el peso de la razón más pragmática. La nación gigante y organizada contentaba a los ciudadanos. Ya no se veían separados unos de otros por las estúpidas barreras que en otros momentos habían dictado la lengua o la geografía; los transportes eran eficaces, sin dejar de ser ecológicos, permitiendo viajar de un lugar a otro con rapidez y comodidad.
El idioma era único e igualatorio. La terminación de las palabras se había fusionado mediante un decreto urgente de un gobierno de turno, y las vocales finales habían sido unidas conformando una nueva de carácter neutro.
El último rastro de terrorismo existente en el mundo habían sido organizaciones asesinas que –con el presunto apoyo del gobierno- se habían encargado de purificar la raza eliminando eficazmente a los descendientes de explotadores, tiranos, dictadores, maltratadores, asesinos, narcotraficantes, etc. Al principio había sido un gran escándalo; a la población le había parecido una atrocidad, pero con el pequeño rastro de conciencia autónoma que les quedaba, lo habían aceptado porque en el fondo les había hecho sentirse mejor.Pero todo aquello era también parte del pasado.
La gente vivía en casas idénticas, de tipo estándar. Tenían dos hijos, y se había perfeccionado la ley hasta el punto de obligar a que uno de ellos fuera varón y el otro hembra. Para ellos no era privarles de libertad, era establecer lo que era correcto y lógico. Lo que era lo mejor.
Con esa ley y otra que había fusionado los apellidos dejando su selección en el modo aleatorio de una computadora central del estado, se habían erradicado los machismos, hembrismos, y otras sandeces del pasado.
Los oficios estaban ultra-especializados y distribuidos de tal forma que todas las personas ganaran dinero equilibradamente, trabajando un tiempo directamente proporcional a sus estudios; los individuos con mayor formación ganaban más, pero también trabajaban más horas, los que tenían menos formación, no ganaban tanto, pero disponían de más tiempo libre.
Aún así, la concienciación por la cultura y el saber era tal, que todo el mundo tenía estudios. La gente deseaba aprender más y más, y el sistema escolar estaba desarrollado al 100 %.La política no era problema para la ingente masa de población, como lo había sido en tiempos anteriores. Con el estado único se habían solucionado los problemas de inmigración, todo el mundo estaba adaptado, el terrorismo había llegado a su fin, y la conciencia sobre el bien y el mal estaba tan adquirida que los ideales no diferían unos de otros. Los políticos eran simples funcionarios que desempeñaban su trabajo como cualquier otra persona, y por tanto, ganaban el mismo dinero que los demás.
El mundo era así de perfecto, así de inmejorable, así de desarrollado, la tarde en la que un adolescente, atormentado por el determinismo y la falta de contingencia a la que había llegado su existencia, no lo pudo soportar más, y se cortó el cuello en medio de la calle con un cuchillo de cocina.Su sueño se cumplió.
Durante unos breves instantes, descendientes de liberales, de comunistas, de católicos, de musulmanes, de protestantes, de mujeres, de hombres, de familias ricas o pobres, de negros, de blancos, de indios o de asiáticos, todos por igual, tuvieron la amarga sensación, empañando su felicidad incontestable, de que todo el tiempo, la sangre, y el dolor empleados en perfeccionar sus ideales, no había merecido la pena.

1 comentario:

  1. ¡muy muy muy interesante! La verdad es que si el mundo llegara a ser alguna vez así yo sería de las primeras en cojer el cuchillo...
    ¡¡¡Me ha encantado tu entrada!!!

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